Paracelso y la doctrina de la signatura

Paracelso fue uno de los exponentes más importantes de la medicina alquímica, quien influyó sobre el pensamiento de su tiempo al proporcionar a la alquimia una nueva orientación en la preparación de productos medicinales. Sus teorías están fundadas en la antigua idea de una correspondencia entre el macro y el microcosmos en la que el ser humano es considerado precisamente un microcosmos dentro del macrocosmos en el que vive.

Este alquimista suizo de la Edad Media, desarrolló la Doctrina de la Signatura en la cual las formas de las plantas se corresponden con las humanas indicando su acción sanadora.
Es decir que las formas de los procesos de las plantas expresan o manifiestan las mismas formas que los principios de los procesos humanos. Se relacionan los procesos externos de la Naturaleza con los procesos internos del ser humano. (“...todo vegetal está señalado en la Naturaleza, y para lo que él nos significa, para aquéllo es bueno.”)
El pensamiento de Paracelso coincidió con el que siglos después nos esteramos profesaban los aborígenes norteamericanos sobre que una enfermedad se puede curar por aquello que tenga con ella alguna semejanza.


La Doctrina de la Signatura establecida por Paracelso fue utilizada para determinar las correspondencias entre elementos microcósmicos y macrocósmicos. Se denomina signatura a un signo distintivo que posee cualquier elemento de la naturaleza, gracias al cual es posible comprender la esencia del mismo (por ejemplo, Agrimony , como ya veremos, es una planta que muestra sus hojas más bellas y saludables y esconde las marchitas, al igual que la persona en estado de desequilibrio Agrimony esconde su tormento interior detrás de un semblante animoso). Cuando dos o más elementos de la naturaleza –en este caso planta y ser humano- comparten la misma signatura se pueden establecer entre ellos correspondencias analógicas.

La doctrina de las Signaturas es un conjunto de hipótesis, algunas de las que entendidas en términos epistemológicos actuales, buscamos corroborar empíricamente, es decir en términos observacionales, y para él, por medio de lo cual se pueden descubrir las señales que Dios o la Naturaleza depositan sobre las plantas. Considera que estas últimas poseen ciertos secretos que revisten el carácter de virtudes. Las plantas son portadoras de alguna señal que nos sugiere alguno de sus secretos o virtudes que podríamos utilizar en beneficio de nuestra propia curación. Estas características sutiles quedan de manifiesto a través de la observación de la forma tanto de la flor como de su raíz, tronco, hojas, el color, el hábitat, etc.

Edward Bach retoma estos principios relacionando el alma humana (lo espiritual) con el alma de la Naturaleza. Las Flores que Bach desarrolló se corresponden con aspectos de la experiencia de lo exterior y del alma humana. Encontró en la Naturaleza misma las sustancias capaces de promover un cambio profundo en el espíritu del hombre y en consecuencia beneficios para su personalidad y su cuerpo físico.

Paracelso creía que lo que producía la verdadera curación era la “quintaesencia” de una sustancia, “el arcano, su parte más pura y noble”. Este concepto de “arcano” como algo inmortal y superior a la materia que encierra la virtud necesaria para conservar o restaurar el equilibrio del organismo dadas sus propiedades terapéuticas específicas es un aporte que retoma Bach en cuanto al método de preparación que permite alcanzar la esencia de una flor. La preparación del “arcano curativo” mediante las técnicas alquímicas fue la base de la metodología de Bach.

Tanto Paracelso como Bach veían a la Naturaleza como proveedora de los remedios sanadores que Dios ha puesto para beneficio de la humanidad. En definitiva, para comprender la potencia terapéutica de una planta hay que considerar lo que toda su presencia evoca.

Estudiar la signatura nos permite conocer las esencias florales en profundidad, asimilar sus características, descubrir las diferencias sutiles entre esencias similares (diagnóstico diferencial), tener una previsión del desarrollo vital del individuo y reconectar al ser humano con su propia naturaleza.

Gabriela Ricciardelli

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